Sería una “obra maestra”
para quien supiera tener los mimbres
para explicar con solvencia el
porqué de ese difícil
acomodo. Y si pudiera darnos soluciones
sería un verdadero “padre de ambas patrias” (¿Es mucho soñar”? España
y Cataluña, fecundadas históricamente y
fecundas en paralelo).
En la iniciada Edad
Moderna partimos con la realidad política de la Castilla
de Isabel I y
del reino de Aragón del futuro Fernando
II, el Católico, en el que se engloba Cataluña, bases ambos del futuro
Estado moderno en la Europa de su
tiempo. Castilla y Aragón con Cataluña
fueron las dos principales bisagras, con
lenguas, culturas y artes salidas de la latinidad, que se proyectaron
en acciones diferentes o compartidas. La dirección de Castilla en el descubrimiento
de América y su expansión
oceánica le proporcionó especial
primacía en el conjunto peninsular.
Ése o esos “alguien” nos recordaría(n) el difícil acomodo en el siglo XVII, en tiempos de Felipe IV de la Casa de Austria, o
la desdichada guerra de Sucesión a la corona de España, tras la muerte, en 1700, de su hijo Carlos II el Hechizado, sin tener heredero, que abre el siglo XVIII en una guerra civil
entre españoles , castellanos y catalanes, entremezclados - en guerra de carácter internacional - franceses y austriacos - , a favor de los derechos de la Casa de Borbón (Francia, de Luis XIV) o
a la del archiduque Carlos (Casa de
Austria), respectivamente. Ya se sabe las
consecuencias de la victoria de
Felipe d´Anjou, nieto de Luis XIV de Francia , denominado Felipe V,
que impuso el decreto de Nueva Planta eliminando los fueros catalanes. De esa coyuntura bélica hay verdades históricas y leyendas,
construidas a posteriori, que siguen en el imaginario de la alteridad catalana
hasta nuestros días.
En el siglo XIX los ciudadanos catalanes participan con normalidad en el destino común de España: dos catalanes, Estanislao
Figueras y a continuación Pi y Margal presidieron la primera República española. También Juan Prim y Prats, general victorioso en Castillejos (guerra de Marruecos), en ese
ciclo histórico, fue Jefe de Gobierno de
España, pero monárquico defensor del Príncipe
Amadeo , de la Casa de Saboya, al que no pudo ver ni apoyar en su
efímero trono de España. El general Prim, conde de Reus, marqués de Castillejos, abrirá la lista
de gobernantes asesinados por el anarquismo,
plaga que dejará su impronta en el siglo XX. En el siglo XIX, con el
romanticismo y cierta corriente religiosa se abrirá un sentimiento difuso de
nacionalismo catalán.
En el siglo XX Enric Prat
de la Riba, fue presidente de la comunidad catalana y cabeza intelectual de un nacionalismo moderado, la Lliga Regionalista. Pese a sus estudios en Madrid y después en Barcelona se irá mostrando moderado nacionalista con gesto narcisista y victimista sobre el hecho catalán en contraposición al sur peninsular. Francesc Cambó, Jefe de la Lliga regionalista consideró exageradas sus opiniones como exaltación lírica de
virtudes del pueblo catalán frente al resto de España. La
Dictadura de Primo de Rivera fue bien acogida por la burguesía catalana al
principio, pero el capitán general, convertido
en dictador ”blando”, no logró atraerse ese particularismo regional, de voltaje, de mutuo
acomodo del que hablamos, para una
acción en común en beneficio de las dos comunidades bilingües y hermanas. La divergencia se acentúa, años después, hasta el punto que Francesc
Maciá, ex militar español, y Lluis Companys, su sucesor, caído ya
Primo de Rivera y la
Monarquía de Alfonso XIII, sirven a la instalada II República española
en la opción de Izquierda Republicana catalana.
El catalanismo en su
versión conservadora , e izquierdista en segunda instancia, pone
en peligro la paz
republicana, declarando “el Estado catalán dentro del Estado español”
con amago de separatismo o secesionismo
; mal augurio en el futuro, como se
vería en 1931 y en 1934, gobernando el centro - izquierda con Azaña -PSOE o el
centro –derecha con Lerroux- Gil Robles,
en el marco republicano.
La II República fue sorprendida en su buena fe por esos
gestos desleales del catalanismo centrífugo que concitaron
la sospecha del resto
del país. La II República tampoco consiguió un leal
acomodo de Cataluña con el resto de España y viceversa.
Los cinco años republicanos (1931- 1936) están objetivamente estudiados y valorados, bajo el prisma
de la Historia, para
saber las causas
y las consecuencias de su fracaso
(uno de sus problemas fue la “cuestión catalana”), consumado con una rebelión nacionalista de derechas, con nueva
dictadura militar y decenios de
franquismo autoritario, que duraron cuarenta años. El catalanismo nacionalista
encontró motivos, de nuevo, para
empezar a luchar por su
identidad soterrada, cuya acción
separatista lo había provocado.
Pero al parecer encontró su acomodo tras la muerte de Franco con la Monarquía de
Juan Carlos I de Borbón , la Transición política y
la Constitución de 1978, con
consenso y referéndum en toda
España, en las que los catalanes fueron
parte muy activa. Es la
etapa primera protagonizada por Adolfo Suárez
y posteriormente por
Leopoldo Calvo Sotelo: 1976- 1982.
Es determinante
la política de Suárez
y la vuelta como Molt Honorable de Josep Tarradellas,
de la Ezquerra de la II República en el
exilio, catalanista no independentista, como presidente de la
Generalitat recuperada, estando ya Jordi Pujol en la escena política ,
dispuesto a dominar la situación según sus propios designios. En la España de las
regiones, futuras comunidades autonómicas, Jordi Pujol no tiene prisa en llevar la autonomía catalana a una futura
soberanía, hacia la independencia. Calvo Sotelo, con una UCD
decadente, efectúa los primeros
pactos que llevarán a futuros traspasos de competencia estatal para la Generalitat catalana: el
incipiente Estado de las
Autonomías. Después como es
sabido se extendieron las autonomías
sobre la marcha en una Administración territorial novedosa con “café para todos”.
Con la victoria absoluta del
Gobierno PSOE, de Felipe González ( 1982 y
con apoyo de Pujol hasta 1995), se
produce 13 años de encuentros y
desencuentros “evitados” (acusación de fiscales Mena y J. Villarejo,
por la Banca Catalana: clamor victimista de
Jordi Pujol, presidente de CIU y
de la Generalitat), por una especie de alianza de conveniencia, ejemplo :
Juegos Olímpicos para Barcelona,
Exposición Universal y Ave para Sevilla.
La corrupción anida en los aledaños del Sistema. Al final,1995, Pujol deja caer a
Felipe González , con pérdida
de confianza y de
reacción tras una época de aparente esplendor.
Lustros de gobierno de Convergencia y Unión en Cataluña se
aprovecharon para fortalecer el catalanismo al que justificaban
sus ribetes nacionalistas aparentemente moderados como respuesta al anterior centralismo franquista
del Estado español, producto a su vez de
la siempre “cuestión catalana”, problema
también reproducido y aparentemente solventado en la II República
española.
Llegada la Democracia se asientan las libertades y Cataluña
parece encontrar su acomodo. En 20 años
el gobierno de la Generalitat de Jordi
Pujol creó las bases para una soñada nación sin expresiva declaración de
intenciones. Poco a poco la Generalitat actúa como un estado dentro del Estado,
vigorizando medios sociales en pro de un nacionalismo catalán militante: “amnistía”
– “autonomía”- “soberanía”, fueron temas claves para conseguir no un acomodo
con el resto de España sino el modo de
conseguir un plus ultra futuro, creando justificado recelo del poder central y
de los propios ciudadanos hispano-catalanes dentro de Cataluña, que tendrá su
expresión más en el primer tercio del siglo XXI.
A finales de los 90, tras la salida del poder del PSOE, tiene
lugar el pacto del Centro- Derecha de José María Aznar y Pujol (del Majestic) que necesita el apoyo parlamentario catalanista: también
habrá encuentros y desencuentros en esa
relación del Estado y la Comunidad: 400.000 millones de pesetas para Cataluña y nuevo sistema de
financiación autonómica y con la participación
de las Comunidades autonómicas en la Agencia Tributaria. Pese a
todo no logró Pujol la transferencia de
la sanidad ni los aeropuertos.
A todo esto, el
mundo entrado en el siglo XXI tiembla al caer las Torres Gemelas, por ataques
de suicidas islámicos con aviones
occidentales, técnica
occidental y despiste occidental, tanto en América, Europa y España, en
particular. Como soluciones, los pueblos
tienen su sistema de salvación: atacar al enemigo (Irak,
Afganistán…) o hacer defensa a ultranza
con alianza de civilizaciones. Estamos
en la etapa de José Luis Rodríguez
Zapatero conocido por haber obtenido en
elección interna del Partido la secretaria General del PSOE. Llega al gobierno en la victoria de
marzo 2004, en el clima del ataque terrorista de los trenes de Atocha. Fueron
tiempos de crispación con el Partido Popular desalojado del Poder.
Rodríguez Zapatero (2004 - 2011) tiene ocurrencias políticas no siempre
atinadas. Respecto a su partido hermano, socialista catalán – el PSC -, más que
contribuir a resolver problemas del
Estado español le ocupan y
preocupan los problemas locales y de
Cataluña, logrando derrotar a CIU efectuando pactos tripartitos con Esquerra
Republicana (famoso Carod
Rovira) siendo el
socialista Maragall el nuevo
Honorable de la Generalitat (Pujol, alejado aparentemente del poder tiene su desgraciado proyecto
financiero que un día se sabría
públicamente ante el estupor del mundo).
Zapatero sin pensarlo dos veces lanza la promesa a Maragall, de que el Estatuto que salga del Parlamento catalán sería bien acogido por su gobierno. Hecho que traería futuras consecuencias. Pascual
Maragall, perdido en el torbellino de la política de desgaste, deja su tronío a José Montilla. Éste, al frente de la Generalitat se siente impotente para llevar
la Institución a un acomodo real con el
gobierno del Estado central en manos del PSOE, con un tripartito que
ceba a Esquerra Republicana mientras que el Partido socialista catalán se desdibuja
ante su antiguo electorado fiel al
PSOE hasta entonces.. El PSC,
autónomo del PSOE desorientará a sus
bases, como se demostrará
en los primeros lustros del siglo XXI por su afinidad con el catalanismo contagiado de su anterior coaligado
de Ezquerra; no pocos
militantes del PSC- PSOE, se sienten más
catalanistas que españolistas, que van a participar en la defensa “del derecho
a decidir”, marca inicial del independentismo de izquierda y de derecha.
A nivel de Estado, tampoco la política internacional de Zapatero
logra mantener la marca España que supo darle su predecesor
y correligionario Felipe González, ni tampoco
mantuvo la prudencia y alto
sentido de Estado que reflejó el socialista
sevillano en la política nacional, pese
a controversias contundentes con
sus oponentes de la
Derecha. En este esquema elemental
podemos ver las claves de la evolución
que supuso el consenso de la Transición y el papel de la Monarquía con
la Constitución de 1978 a la entrada del siglo XXI, es decir, desde el fin de
la Dictadura a la España constitucional del consenso que empieza a ser contestado
abiertamente por el independentismo y por los que aspiran a un cambio político
y social al margen del sistema constitucional de 1978, bajo la Monarquía
restaurada tras la muerte del caudillo dictador, en 1975. En este marco tendrá
lugar la victoria de Mariano Rajoy,
al frente del Partido Popular, con mayoría absoluta, frente al PSOE de
Zapatero, en el año 2011.