viernes, 30 de mayo de 2014

ENTRE AYER Y HOY

“Decíamos ayer…” en mi anterior página bloguera, que en 2008, finalizando  la primera legislatura  de Rodríguez Zapatero,   la crisis  que  amenazaba a EE. Unidos, a la Unión Europea y  a nuestro país, en particular, estallaba  a   partir del derrumbe de la llamada crisis  del  ladrillo,  del  paro galopante, del problema de la deuda nacional,  de la desconfianza  de los medios financieros internacionales , etc. 

Zapatero se vio obligado actuar con realismo.  De una política de gastos sociales, algunas  familiares, tuvo que pasar a una de restricción general que le llevó a  enfrentamientos con los sindicatos. En la  segunda legislatura sobrepasado por los acontecimientos y por los indicativos  de sondeos negativos  a su labor, acortó   su mandato y  convocó nuevas elecciones  generales, en marzo 2011,   poniendo a su vicepresidente Rubalcaba, cabeza de cartel, como oficial candidato  a la jefatura de gobierno, digamos con la aceptación del Partido, salvando otras alternativas como la de Carme Chacón . Obtuvo el  PSOE una gran derrota electoral, mientras que  Rajoy, que había logrado en el Congreso  de Valencia  superar disidencias internas  en el PP, obtuvo la mayoría absoluta, la mayor en la historia del renovado Partido de Manuel Fraga Iribarne.
Su mayoría absoluta, sin embargo, fue el gozo en un pozo.  El  nuevo gobierno se vio en un gran laberinto  que duró y dura todavía media legislatura.  Al mes de tomar posesión del gobierno le empezaron a venir, como a perro flaco,  todas las pulgas.  Tuvo  que aparcar muchas ofertas  electorales  y recibir toda clase de  calificativos y presiones parlamentarias y  de  manifestaciones  sindicales  y  de grupos sociales. Agarrado al timón de la  Economía y de la Hacienda contra la  tormenta,  no parecía  atender debidamente otros peligros  de orden nacional  como es el pulso de la Generalitat de Cataluña, dirigida por Artur Mas de Convergencia y Unión, quien con la pretensión de  desarbolar la Constitución y  con la falacia  de “derecho a decidir” , pretende arrastrar a ciudadanos catalanes  a separarse de España, para construir un estado catalán. 
Otro gran peligro  para Rajoy es la gangrena de la corrupción que  debe extirpar del país.  Su joven y eficaz Vicepresidenta habla de regeneración  de la vida democrática y de prestigiar  la vida política. Otros partidos afirman lo mismo.  No hace   falta ahora  citar  detalles, nombres, escándalos  de esa falta de ética en la política. El Rey  con humildad,  públicamente, se  ha manifestado ante esa falta de ejemplaridad. No olvidemos:  la “falta de ética en la política es una traición a la Historia” (Ch. Péguy). Una traición de lesa patria.  

Y decimos hoy… que,  en  las elecciones  europeas  del pasado de mayo, salta a la palestra el malestar de los ciudadanos con respecto a la política  de sus estados nacionales y de la propia Unión Europea.  De  aquella Europa imaginativa,  idealista, “de los padres de Europa” de posguerra y de los años 60, 70 y 80,  hemos pasado  a una  Europa gigante, en la que ha nacido un euroescepticismo  e incluso una eurofobia, que no se ha sabido despejar a tiempo.  Se ha ido afirmando tiempo atrás  que hay algo más allá de una  cuestión economicista -“Europa de los mercaderes”- , pero que  son muy  importantes también los “valores” a defender y a cumplir:  el humanismo de nuestra civilización europea y occidental.  
Europa ha perdido señas de identidad y  también  se ve desplazada  en su influencia mundial por nuevos centros  económicos  emergentes, principalmente  del área asiática, al par  que  la gobernanza de la  Unión Europea, fría y distante, no es bien percibida por los ciudadanos.  El  espíritu europeísta  se ha apagado lentamente  en los  medios educativos,  informativos,  representativos , gubernamentales, institucionales ,  etc.  de la Unión.
El ciudadano  medio  ni siquiera sabe  qué hace  el parlamentario europeo de su  propio  país,  salvo  que  descubre que tiene un sueldo millonario, con múltiples  privilegios  y bicocas, que en época de crisis, de paro y de pobreza, como  la presente,   suscita  rechazo  y decepción, pues es cosa que ve  en cierto modo,  aunque en tono menor, en sus respectivos países. Los padres de  aquella Europa renaciente, Jean Monnet  entre ellos, defendían el mercado común, deseaban  avanzar en la supranacionalidad y defender la solidaridad de hecho entre  países y ciudadanos. Esto último ha sido fracturado  por la austeridad autoritaria. España  ha rozado  6 millones de parados  entre los 26 millones de parados europeos.

No es de extrañar  el “terremoto” del  que habla el hispano jefe del gobierno  socialista francés o  del presidente  Hollande, echándose las manos a la cabeza.  Vimos nacer el frente o fuerza nacional  de  Le Pen, en la época Mitterand, con cierta reacción positiva hacia los emigrantes, sin analizar otros problemas.  35 años después, su hija Marine Le Pen obtiene un éxito sin precedentes en esa Francia de los derechos humanos : 26 % de votantes, entre ellos  43% de obreros, 33% de parados y 30% de votantes  menores de 35 años. 24 escaños en la eurocámara.  ¿Qué ha pasado en Francia?
En el Reino Unido, socio incómodo  -(ya lo  imaginaba De Gaulle en su tiempo- con UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido), los euro-escépticos han logrado  26 asientos;    David Cameron, jefe del gobierno  inglés vive  una situación  complicada.  Italia  mantiene el tipo con Benzi,   Jefe del gobierno centro izquierda, Berlusconi  sale trasquilado. Alemania con Merkel se mantiene ganadora, en Grecia ganan los euroescépticos de izquierda, etc.  Total : Se mantiene el statu quo de los dos  grandes bloques conservadores y social demócrata,  pero  con  el  ascenso de los euroescépticos que pone en peligro el futuro, la eurofobia ha creado un socavón.  A ver  cómo  se rellena  el mismo con una política  inteligente y de pacto.

Con respecto a España…

Decíamos  también  tiempos atrás, que Europa era para nosotros no una solución,  sino la solución. En las elecciones europeas  la principal conclusión ha sido: “Castigo histórico al PP y al PSOE”.  Sí, es un castigo al bipartidismo enfrentado  democráticamente, que no ha  dado satisfacción en esos tres años  a la ciudadanía en general y a los suyos, en particular.  Pierden cinco millones de votos. También, como en Europa, gran abstención,  casi igual que en las  anteriores europeas. El PP pierde  8 escaños  en el Parlamento  Europeo y el PSOE pierde  nueve. 
Sube  I.U. y UPyD.  Ciutadan´s  se estrena con dos eurodiputados,  Ezquerra  Republicana  de Cataluña sobrepasa a CIU, y  el PSOE andaluz,  con  Susana Díaz, se impone al PP que había resultado vencedor en las anteriores  elecciones.
Sorprende  la irrupción  del grupo PODEMOS,  desconocido  por la inmensa mayoría de  electores; pero su “hazaña” no es fruto del azar. Sin embargo, ha obtenido más de un millón de votos y cinco diputados al parlamento europeo.
Lo más significativo de estos sufragios fue  el  castigo  que ha sufrido  el PSOE, (salvo en Andalucía) que ha arrastrado  la anunciada  dimisión  de Rubalcaba y  la  convocatoria de un Congreso  en  julio,  para sacar  el barco varado  de la escollera y nombrar el patrón  para la próximas elecciones  locales  y generales  que se avecinan.   Los votantes  han castigado  la corrupción, instalada en el país.

La gran tarta nacional  fue invadida por  ratas y ratoncillos  de todos los colores,  produciendo  mayor  indignación cuando la situación de miles y millones  de ciudadanos  no sólo era precaria  sino  insoportable  para  las personas  más necesitadas. La justicia  no da a bastos y es lenta. La clase política  está afectada, no todos son iguales, pero es  calificada de  “casta”. Los gritos de los indignados  no  podían quedar, ni quedarían  en el vacío. Estas  elecciones no son extrapolables  a las locales  y generales, pero es un aviso.

El Régimen  salido  de la Constitución de  1978, que en conjunto fue un hallazgo de paz y futuro,  corre peligro si no hay una reacción  positiva y de fondo,  habida cuenta  que  a este problema social  y económico, se le agrega una crisis de valores o crisis moral, unida a una  amenaza de crisis  nacional  territorial,  y a una  amenaza  exterior a  nuestra  propia  seguridad colectiva.