“Decíamos ayer…” en mi anterior página bloguera, que en 2008,
finalizando la primera legislatura de Rodríguez Zapatero, la
crisis que amenazaba a EE. Unidos, a la Unión Europea
y a nuestro país, en particular,
estallaba a partir del derrumbe de la llamada
crisis del ladrillo,
del paro galopante, del problema
de la deuda nacional, de la desconfianza de los medios financieros internacionales , etc.
Su mayoría absoluta,
sin embargo, fue el gozo en un pozo. El
nuevo gobierno se vio en un gran laberinto que duró y dura todavía media
legislatura. Al mes de tomar posesión
del gobierno le empezaron a venir, como a perro flaco, todas las pulgas. Tuvo
que aparcar muchas ofertas
electorales y recibir toda clase
de calificativos y presiones parlamentarias
y de
manifestaciones sindicales y de
grupos sociales. Agarrado al timón de la
Economía y de la Hacienda contra la
tormenta, no parecía atender debidamente
otros peligros de orden nacional como es el pulso de la Generalitat de
Cataluña, dirigida por Artur Mas de Convergencia y Unión, quien con la pretensión
de desarbolar la Constitución y con la falacia de “derecho a decidir” , pretende arrastrar a
ciudadanos catalanes a separarse de
España, para construir un estado catalán.
Otro gran peligro para Rajoy es la gangrena de la corrupción
que debe extirpar del país. Su joven y eficaz Vicepresidenta habla de
regeneración de la vida democrática y de
prestigiar la vida política. Otros
partidos afirman lo mismo. No hace falta ahora
citar detalles, nombres,
escándalos de esa falta de ética en la
política. El Rey con humildad, públicamente, se ha manifestado ante esa falta de ejemplaridad.
No olvidemos: la “falta de ética en la
política es una traición a la Historia” (Ch. Péguy). Una traición de lesa
patria.
Y decimos hoy… que, en
las elecciones europeas del pasado de mayo, salta a la palestra el
malestar de los ciudadanos con respecto a la política de sus estados nacionales y de la propia
Unión Europea. De aquella Europa imaginativa, idealista, “de los padres de Europa” de posguerra
y de los años 60, 70 y 80, hemos pasado a una
Europa gigante, en la que ha nacido un euroescepticismo e incluso una eurofobia, que no se ha sabido
despejar a tiempo. Se ha ido afirmando
tiempo atrás que hay algo más allá de
una cuestión economicista -“Europa de los
mercaderes”- , pero que son muy importantes también los “valores” a defender
y a cumplir: el humanismo de nuestra
civilización europea y occidental.
Europa ha perdido
señas de identidad y también se ve desplazada en su influencia mundial por nuevos centros económicos
emergentes, principalmente del
área asiática, al par que la gobernanza de la Unión Europea, fría y distante, no es bien
percibida por los ciudadanos. El espíritu europeísta se ha apagado lentamente en los
medios educativos,
informativos, representativos ,
gubernamentales, institucionales ,
etc. de la Unión.
El ciudadano medio
ni siquiera sabe qué hace el parlamentario europeo de su propio
país, salvo que
descubre que tiene un sueldo millonario, con múltiples privilegios
y bicocas, que en época de crisis, de paro y de pobreza, como la presente,
suscita rechazo y decepción, pues es cosa que ve en cierto modo, aunque en
tono menor, en sus respectivos países. Los padres de aquella Europa renaciente, Jean Monnet entre ellos, defendían el mercado común,
deseaban avanzar en la supranacionalidad
y defender la solidaridad de hecho entre
países y ciudadanos. Esto
último ha sido fracturado por la
austeridad autoritaria. España ha
rozado 6 millones de parados entre los 26 millones de parados europeos.
No es de
extrañar el “terremoto” del que habla el hispano jefe del gobierno socialista francés o del presidente Hollande, echándose las manos a la cabeza. Vimos nacer el frente o fuerza nacional de Le
Pen, en la época Mitterand, con cierta reacción positiva hacia los emigrantes,
sin analizar otros problemas. 35 años después, su hija Marine Le Pen obtiene
un éxito sin precedentes en esa Francia de los derechos humanos : 26 %
de votantes, entre ellos 43% de obreros,
33% de parados y 30% de votantes menores
de 35 años. 24 escaños en la eurocámara.
¿Qué ha pasado en Francia?
En el Reino Unido,
socio incómodo -(ya lo imaginaba De Gaulle en su tiempo- con UKIP
(Partido de la Independencia del Reino Unido), los euro-escépticos han
logrado 26 asientos; David Cameron, jefe del
gobierno inglés vive una situación
complicada. Italia mantiene el tipo con Benzi, Jefe del gobierno centro izquierda,
Berlusconi sale trasquilado. Alemania
con Merkel se mantiene ganadora, en Grecia ganan los euroescépticos de
izquierda, etc. Total : Se mantiene el
statu quo de los dos grandes bloques
conservadores y social demócrata,
pero con el
ascenso de los euroescépticos que pone en peligro el futuro, la
eurofobia ha creado un socavón. A
ver cómo
se rellena el mismo con una
política inteligente y de pacto.
Con respecto a España…
Decíamos también tiempos atrás, que Europa era para nosotros no una solución, sino la solución. En las elecciones europeas la principal conclusión ha sido: “Castigo histórico al PP y al PSOE”. Sí, es un castigo al bipartidismo enfrentado democráticamente, que no ha dado satisfacción en esos tres años a la ciudadanía en general y a los suyos, en particular. Pierden cinco millones de votos. También, como en Europa, gran abstención, casi igual que en las anteriores europeas. El PP pierde 8 escaños en el Parlamento Europeo y el PSOE pierde nueve.
Sorprende la irrupción
del grupo PODEMOS,
desconocido por la inmensa
mayoría de electores; pero su “hazaña”
no es fruto del azar. Sin embargo, ha obtenido más de un millón de votos y
cinco diputados al parlamento europeo.
Lo más significativo
de estos sufragios fue el castigo
que ha sufrido el PSOE, (salvo en
Andalucía) que ha arrastrado la
anunciada dimisión de Rubalcaba y la
convocatoria de un Congreso
en julio, para sacar
el barco varado de la escollera y
nombrar el patrón para la próximas
elecciones locales y generales
que se avecinan. Los votantes han castigado
la corrupción, instalada en el país.
La gran tarta
nacional fue invadida por ratas y ratoncillos de todos los colores, produciendo
mayor indignación cuando la
situación de miles y millones de
ciudadanos no sólo era precaria sino
insoportable para las personas
más necesitadas. La justicia no
da a bastos y es lenta. La clase política
está afectada, no todos son iguales, pero es calificada de
“casta”. Los gritos de los indignados
no podían quedar, ni
quedarían en el vacío. Estas elecciones no son extrapolables a las locales
y generales, pero es un aviso.
El Régimen salido
de la Constitución de 1978, que
en conjunto fue un hallazgo de paz y futuro,
corre peligro si no hay una reacción
positiva y de fondo, habida
cuenta que a este problema social y económico, se le agrega una crisis de
valores o crisis moral, unida a una
amenaza de crisis nacional territorial,
y a una amenaza exterior a
nuestra propia seguridad colectiva.