Con ese fino humor e ironía nos lleva el gran columnista
malagueño a este París, condolido y vigilante, convertido en anfitrión junto
con Naciones Unidas para celebrar la XXI Conferencia sobre el Cambio Climático.
Más de medio centenar y medio de representantes de los países del globo se reúnen
estos días para hacer frente a otra amenaza más peligrosa que la propia
salvajada humana aún caliente: la amenaza de los gases de efecto invernadero,
del calentamiento global y en definitiva, del cambio climático.
Atrás quedan otras conferencias menos decisorias, las dos
últimas, la de Kioto y Copenhague. Ésta de París parece que va en serio, pese a
que hay posturas más o menos científicas en pro o en contra del hecho del cambio
climático.
Entre los que no dudan está el Secretario de las Naciones
Unidas, los máximos representantes de Estados Unidos y China y aquellos otros
de países que viven el tema, algunos en carnes propias.
Representantes de Confesiones Religiosas creen que el cambio
climático es un hecho cuyos efectos se dejan
notar preocupadamente, por lo que con vista a un futuro más o menos
lejano se puede decir como acaba de manifestar el Papa Francisco que sería un “suicidio
anunciado” si no hubiese acuerdo para evitarlo.
¿De qué se trata? De impulsar una nueva era de desarrollo
sostenible, de reducir emisión de carbono y hacer frente a los aspectos del
cambio climático que amenaza tanto a países pobres como ricos. Pero eso
conlleva gastos, enorme inversión financiera, se habla de 100.000 millones de
dólares para hacer frente al reto de nuestro tiempo de 2015 a 2050, fecha
fatídica, si no se actúa diligentemente.
El objetivo principal es conseguir que la Tierra no se
caliente por encima de 2 grados centígrados, al final del milenio 2000. Los
Grandes Países deben actuar y los pequeños o países en vía de desarrollo
también deben reducir sus emisiones de gas de efecto invernadero obligando a
sus empresas a invertir en tecnologías más verdes. Como contrapartida,
Alemania, Países Nórdicos y Suiza les suministrarían una ayuda financiera de
750 millones de dólares.
De esta Conferencia de París debe salir un acuerdo
planetario: universal, sino vinculante al menos comprometedor, con evaluaciones
regulares y cláusulas de revisión necesarias con un calentamiento limitado de 2
grados centígrados y con ayuda a los Estados que adopten medidas y solidaridad
con los países que sufran embates de la naturaleza. Recuérdese terribles
inundaciones en países del Planeta, sequías productoras de hambrunas en zonas
de África, daños y desequilibrios de la forestación. A lo que se suman las
nefastas consecuencias de guerras parciales en el globo.
Hace falta una concienciación que venga desde la inspiración
de la ONU y de los Países o Estados con sus distintos componentes
institucionales de organizaciones, asociaciones, núcleos familiares, entidades
culturales, universitarias y colegiales. España debe concienciarse de esta
labor por sí misma y por la Humanidad. Y como granadino me gustaría que pronto
quedase rectificada esta noticia que escribía IDEAL el pasado 9 de Noviembre: “En
Granada, solo la mitad de los institutos granadinos contempla la educación
ambiental”.
Juzguen ustedes si una dialogada y consensuada educación para
la educación de la ciudadanía sería conveniente y positiva.