En esos dos últimos años (2014-2015) Artur Mas, llamado
presidente “tóxico”, ha liderado el
combate ideológico como un converso y político oportunista contra España, con el espíritu de un Rafael
Casanova (1660-1743), “el héroe” contra Felipe V, primer Borbón de la
dinastía originaria de Francia. Al
Honorable Mas, también de discutido
honor, le toca ahora hacer frente al
descendiente de la rama borbónica,
Felipe VI que bien pudiera llamarse “el Justiciero”. El presidente Más,
aureolado de simpatías monjiles,
canonjiles, y ediles, se hace “imprescindible” a antiguos adversarios de izquierda y extrema-
ízquierda: “hay que salvar el Procés”, “Ahora o nunca”: Cataluña independiente “über alles “, “todos a una como en
Fuenteovejuna” y se convierte en
adalid de la independencia con antiguos
adversarios ideológicos y políticos en
“Juntos por el Sí”, y demás mescolanza de plomizo apoyo: conservadores -
antiguos constitucionalistas -; republicanos de izquierda del traicionado Tarradellas;
“el simpático” CUP de todas las ensoñaciones, incluida la Comuna de París del siglo XIX; socialistas catalanes, desgajados
de UGT y del PSOE nacional,
contagiado con el virus nacionalista; ateos, agnósticos y
creyentes; europeístas y anti-
europeístas; toda una amalgama que es una argamasa de futurible construcción
política, caso de la realización del soñado “PROCÉS”, que han hecho de la
política catalana un sainete que pudiera
ser cómico en primer acto y trágico en segundo, si no se abandona la sinrazón, esos
trenes en dirección opuesta que no llevarían precisamente a la plaza de la Concordia de París,
sino a su anterior campo de Marte.
Apartado Jordi Pujol, aun cuando vigilante, de la marcha de la Generalitat nos hubiera gustado saber qué sentimiento le
embargaba al astuto ex -Honorable ante ese despertar de febril nacionalismo de masas ciudadanas catalanas, con anuales Diadas septembrinas o sin ellas, que son
estimuladas por partidos independentistas, por responsables de los municipios, por el Parlamento
catalán, por la acción de grupos
organizados, heterogéneos, con figuras
individuales con aparente destello de grandeza, con novedosos activistas
algunos generosamente -especie de “sans-
culottes” pre-revolucionarios – caja colectiva de grillos, ruidosa y confusa, con la
consigna de realizar “el proceso”, “ahora o nunca”, apartados de la “España que nos roba”, todo ello bajo la batuta del presidente Mas, a imitación del flautista de Hamelin.
No se ven estadistas,
hoy por hoy ni en lontananza, en ese batiburrillo catalanista excluyente. Un
político catalanista sí pudo haberlo
sido: Durán i Lleida, democristiano, que no pudo ser otro Cambó de la Cataluña
posible. Después de treinta años coaligado con CIU, Durán i Lleida, su socio, no pudo seguir por la senda peligrosa del
convergente y no quiso pasar ningún Rubicón, al estilo de Albert Rivera, el
David catalán. Hoy líder también nacional.
Pudo el presidente de UDC derrotada, Duran i Lleida, haber sido ministro de
España pero enfundado en CIU y sin clara
decisión personal las urnas le abandonaron ese día de elecciones generales y legislativas del 23
de Diciembre de 2015.
Los nacionalistas
catalanes y otros especímenes políticos creen obsoleta la Constitución española: la
única consensuada y refrendada masivamente de todas las Constituciones de
nuestra Historia. Pero se equivocan, porque sin ella o fuera de ella no hay más
que confusión y caos, salvo que un pacto - al estilo de 1977 posfranquista - la pongan a punto para que pueda inspirar LA POLITICA nacional en muchos lustros, aceptable para las generaciones actuales y
venideras.
La Constitución de 1978 tiene prevista, entre otras misiones, la defensa de la Unidad de España y de la
Soberanía del Pueblo Español, principios irrenunciables. Los separatistas ofuscados arguyen que el
Estado, Reino de España, “no se atreverá
a utilizar llegado el caso el famoso
artículo 155, de suspensión de ejercicio de la autoridad de la Generalitat, ni mucho menos con la
opción ejecutiva de la fuerza, porque ello
acarrearía al Estado central y a España entera el ser tachados de
anti-demócratas, con peligro de
recibir la animadversión del mundo
civilizado. De ahí que vean al jefe de
Gobierno español Mariano Rajoy apelar a la Ley “sólo a la Ley, pero toda la Ley”- cosa que lo
interpretan a su gusto; pero no ignoran que España y sus Instituciones
defenderán la Constitución y les
recuerda que tiene el apoyo de la Unión Europea, de los organismos
internacionales (UE, ONU, Fondo Monetario Internacional…) de los medios sociales del Estado español y de la Economía occidental.
Los independentistas, obviamente, no han tirado demasiado de la cuerda y no han efectuado ningún “desbordamiento
callejero o popular” - que algunos querían - y que habría obligado al Estado a
defender el orden y actuar según la Constitución y las leyes. Han amagado durante cuatro años 2011
al 2015, día a día, mes por mes, año por año, catalanistas independentistas y Oposición constitucional , acosando al Gobierno del Partido Popular ( abrigado con torpeza en su mayoría absoluta), acorralado
por la crisis económica y financiera, la prima de riesgos” “los recortes” , la
amenaza de “rescates”, “las huelgas”, la “tremenda corrupción de la que todavía
sólo se veían los flecos en el Partido de Gobierno y en el de la Oposición, los cinco millones de
parados, crisis de sociedad, crisis
moral, peligro exterior, ineficacia y desprestigio de los partidos políticos españoles, con enfrentamiento
de los dos partidos constitucionales - soportes del Reino, - (debilitado
en su propio seno), una Justicia
en precario, unas instituciones u
organismos de gestión y fiscalización poco
eficaces, un estado unitario
demolido en busca de
definición definitiva, etc, y mientras tanto, el peligro terrorista en el interior y en el exterior muestran su amenaza.
Los medios de opinión
y la ciudadanía más ilustrada se preguntan dónde está el famoso seny catalán, y dónde
está la respuesta de la otra cara de la superficie de Cataluña, el resto de la
población catalana, y de la iniciativa
del Estado que parecen ausentes
esperando se calme la marea por
sí sola.
Sólo cuando las cosas han ido muy lejos, el
Ejecutivo piensa en la necesidad de alentar a la mayoría silenciosa catalana con
declaraciones solemnes venidas de todas partes, visitas reales, ministeriales,
empresariales, internacionales, etc, pero el peso de la representación ciudadana
de sentido unionista
o constitucionalista ha recaído en
los dos partidos
atribulados de carácter nacional: Partido Popular de Cataluña que
mantiene el tipo, y Partido socialista catalán
de Miquel Iceta (PSC-PSOE) “recuperado “ del contagio separatista de “derecho
a decidir” y de la alegría de la huerta unívocamente catalanista.
Sólo un partido minúsculo, hace meses, titulado
con el digno término “CIUDADANOS” ha irrumpido humildemente hace pocos años en Cataluña
para defender la unión con España y y un programa de centro reformista, que trasladó después a todo el territorio del Estado español. Habiendo nacido en 2008 solamente en Cataluña,
pasó de dos diputados
en el Parlamento catalán a nueve
y se convierte en la primera fuerza unionista o constitucionalista
de oposición a la fuerza hegemónica de
la Generalitat, que sigue la deriva independentista. Ha
llegado a construir un modesto partido
nacional con perspectiva de futuro.
También otro grupo emergente
de juvenil prestancia “ PODEMOS,” también “emergente”, definido en su día de “antisistema”, de matriz izquierdista o de extrema izquierda, ha actuado de revulsivo en masas ciudadanas “enragées ”, pero su
crecimiento dependerá de la posibilidad de desprenderse de tópicos y utopías superadas que generaron guerra
y sangre en el pasado. Las elecciones
generales del 20 de Diciembre
anuncian una nueva época histórica de España iniciado el reinado de Felipe VI,
en lo que mucho está por decidir no sólo
en el destino de España también
en el de Europa. Sigue vigente la
entelequia de antaño del proto- franquismo: “España como problema” y “España sin
problema”, (vid. Lain Entralgo
y Calvo Serer,). Veremos a ver
si las elecciones del 23 de Diciembre de 2015 nos resuelven esta renovada dicotomía.