Este joven de casi dos
metros, cuarentón y atractivo es mi Jefe de Estado, el nuevo rey de la España
del siglo XXI, pertenece a la generación de mi propio hijo, así como como yo también
fui de la generación del padre la llamada generación del Príncipe Juan Carlos, en
la España del régimen de Franco. Casi medio siglo nos contempla: Recuerdo su chiquitina
imagen recién bautizado en brazos de su bisabuela la Reina Victoria, esposa del destronado rey Alfonso XIII. Su
padrino fue su abuelo D. Juan de Borbón,
el que pudo haber sido Rey Juan III, si el todopoderoso general Franco lo
hubiera creído conveniente.
Era el inicial año 1968,
y conocí las noticias por TV- F y la prensa francesa y española en el país vecino,
donde por mayo se obscurecía la grandeza del general De Gaulle. A partir de ahí,
fuese dentro o fuera de España seguíamos el proceso de la riquísima formación del
príncipe Felipe hasta la fecha actual, conociendo datos de su vida personal o
afectiva, a través de los medios de comunicación. Sin duda su infancia fue más
feliz que la de su padre y su formación incluso más completa y de ello se
encargaron sus padres Juan Carlos y Sofía, reyes providenciales para España en
el comienzo del último cuarto del siglo XX.
Tras sus estudios de
bachillerato, como príncipe de Asturias,
realizó el COU en Canadá, donde profundizaría sus estudios de francés e inglés,
efectuaría su formación militar en las Academias españolas de los tres ejércitos, haría estudios de
Derecho y Economía en la Universidad de Madrid y posteriormente curso de
Relaciones Internacionales en la Universidad de Georgetown, Washington. Y
también la experiencia que da vivir
inmerso y entregado a la vida de la
Nación.
Gobernando el PSOE,
jura la Constitución ante el presidente del Congreso Gregorio Peces - Barba. En los años 90 despacha con el Rey,
aprende temas de Estado y viaja en actividades diplomáticas. Está implicado en
toda clase de actividad social, cultural, deportiva, humanística etc. que le da
una gran información del país del que aspira a ser el primer servidor, llegado
el momento. Sigue la realidad cotidiana de la vida española e internacional
gozando de las buenas noticias y mostrando preocupación y solidaridad allí donde es necesario. Grandes
asesores y maestros le han guiado en su experiencia vital. Las previsiones eran conseguir un futuro rey –
gran Rey – para un gran pueblo como el español. He ahí la esperanza de esta
hora, la oportunidad histórica de un reinado feliz para España.
Un nuevo Benito Pérez Galdós,
en nuestra época, tendría materia selectiva para narrar los “episodios
nacionales” que hemos vivido los españoles entre los siglos XX y XXI. Llegados
los últimos cuarenta años Juan Carlos I, agotado y perplejo por errores propios y de su
entorno, y las crisis que amenazan al Estado de la Monarquía parlamentaria,
constatan la pérdida de lozanía personal
y brillantez de la Corona, por lo que decide abdicar en su hijo Felipe, el
mejor valorado de la familia real junto a su madre la reina Sofía. El futuro
heredero lleva ya diez años casado con la
asturiana Letizia Ortiz, periodista inteligente, convertida en Princesa de
Asturias y ahora Reina de España, con la que ha tenido dos hijas, Leonor, futura
heredera Princesa de Asturias , y la infanta Sofía.
En menos de un mes
tiene lugar la abdicación de Juan Carlos I
tras treinta y nueve años de
reinado, muy positivo en su
conjunto, seguida de la proclamación
del Príncipe de Asturias como Rey Felipe
VI. Su antecesor en la lista regia fue Felipe V de Anjou, nieto de Luis XIV,
que introduce la Casa de Borbón en España, sucediendo a la Casa de Austria.
Todos los actos bien
programados por el Gobierno y la Casa Real en estrechos días, realizados en un
contexto social de crisis preocupante,
fue un reto al que hizo frente el Ejecutivo, el principal partido de la
Oposición – PSOE, el Parlamento, la
Administración y la Ciudadanía en su calmosa responsabilidad, superando
improvisaciones e imprevistos. Semanas antes grupos anti-sistemas y otros, descolocados de su inicial apoyo de consenso a la
Constitución de 1978, se mostraban renuentes y solicitaban un referéndum para
dar opción a una salida republicana al país, desplegando banderas de la II
República de 1931 y manifestaciones por
doquier.
Todos los actos reales
Abdicación y Proclamación del sucesor,
previstos en la Constitución vigente, yacen como testimonios históricos en el
anaquel de la Historia, hemerotecas y medios audiovisuales tecnológicos, con la
profusión de datos e información de los grandes y pequeños diarios nacionales,
así como de los extranjeros. Nada hay que añadir a lo que han visto y oído
millones de españoles y extranjeros en esos días tan primaverales y
esperanzadores pese a los sinsabores de
crisis que atenazan al país. El discurso
de Felipe VI no me parece “una oportunidad perdida”, a no ser que se quiera en
plano demagógico: dice lo que puede decir un rey de una monarquía
constitucional y parlamentaria; hay que releerlo porque hay más sabia que está
en las raíces de ese discurso humano, sentimental, valiente, trascendental, que
emite: es el propio de “ un hombre de su tiempo”, “persona
intrínsecamente ética” que desea una
monarquía renovada para un tiempo nuevo” y para
“una España diversa en la que caben todos ”.
Si yo, que me considero accidentalista en cuanto a régimen, pero
ciudadano español responsable, tuviera
que elegir entre republicanos de ayer o de hoy, prefiero que mi hijo – como decía
alguien – se conforme con la posibilidad de llegar a ser jefe de Gobierno y no
llegar a las alturas empíricas de Presidente de República al estilo de la I
República, o de la Segunda o de una Tercera… El que el pueblo quiera. Bueno,
dejémoslo ahí para evitar inútil discusión. Por ahora digo con Ramón Tamames,
hombre de la izquierda clásica antifranquista, que el nivel de preparación de
Felipe VI es de tal amplitud que es “un
rey para la globalización de nuestro tiempo, que hace del joven monarca una
figura única”. Entre millares de positivas opiniones sobre el hombre
llevado a la alta responsabilidad del Estado, junto a la reina Letizia, destaco una foránea, la
de Arturo Velenzuela, de origen chileno, miembro del gobierno de Barak Obama, y
ex – profesor del Príncipe: “Persona
encantadora, con visión extraordinaria del mundo, se le valora mucho en la
América latina, y por su figura muy prestigiada y su capacidad puede hasta cierto punto incidir en un momento importante para España
y para Europa”.