jueves, 18 de septiembre de 2014

EL "ESCOZOR" DE ESCOCIA: POR EL “SÍ” O POR EL “NO” A LA INDEPENDENCIA

Las noticias de los medios de información este verano, muchas preocupantes, no han logrado arrastrarnos lejos de nuestras propias preocupaciones familiares y cotidianas. Pero empezado el curso político los problemas de ámbito local o global vuelven a suscitar nuestras emociones: para España el problema catalán con esa actitud cerril de Mas, sus aliados y un gran sector de la población catalana, inclinados a romper la baraja de la convivencia nacional de España con una Cataluña secesionista. Para colmo el ex-presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, ha confesado públicamente su falta de honorabilidad como ex-dirigente que fue de la Generalitat y del Estado Español, vinculado a su clan familiar y a problemas fraudulentos con Hacienda. Hoy prima, 18 de septiembre, el referéndum de Escocia, “Sí” o “No” a su independencia del Reino Unido, hecho que puede reavivar el separatismo en otras zonas de Europa.

Cómo y por qué sucede esto tan malévolamente cuando Europa no está por su mejor momento y el sistema liberal junto al europeísmo parecen estar en crisis. El "derecho a decidir” parece romper la baraja que la historia ha construido después de la hecatombe de guerras mundiales. La secesión va a contra pelo de la historia; todo tiene su explicación e incluso para el hecho del suicidio. En otra ocasión hablaremos del problema de la España de hoy y reflexionaremos sobre la crisis que está sufriendo la Segunda Restauración Monárquica española en el s. XX.

Nuestro problema nacional hoy, principalmente, es Cataluña, que tras el franquismo participó en la Constitución de 1978 por la que nos regimos hoy día. Es evidente que el caso de Escocia no es el de Cataluña; Escocia durante mil años tuvo una personalidad histórica definida y en la edad moderna, con el rey Jacobo Estuardo, Escocia e Inglaterra fue un reino unido. Venido a menos, Escocia en el s.XVIII, 1707, se vincula a Reino Unido con Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, con la bandera actual que estuvo presidiendo inmensos territorios del mayor imperio de la tierra. Las guerras debilitan los estados y los imperios metidos en guerras se debilitan y en muchos casos desaparecen.

En el s. XIX hay ya un sentimiento escocés victimista y el en s. XX, en 1979, con la Unión Europea bien avanzada solicitan tener un parlamento propio, pero el “Sí” electoral no tuvo mayoría de votos y veinte años después, en nueva consulta, el “Sí” es favorable, con lo cual el gobierno autónomo forma parte del Reino Unido. No satisfechos los nacionalistas escoceses en estos meses de 2011 obtienen una victoria electoral y solicitan mejorar su estatuto dentro del Reino Unido, no entendiéndose con el primer ministro David Cameron. Desde esta fecha a 2014 la batalla está en las manos de a poco más de  4.000.000 y pico de electores.

No me resisto a recordar, a finales del s.XX, el ejemplo del Quebec francófono de  Canadá que había solicitado la independencia del Canadá Inglés en 1980 sin éxito y que vuelve a insistir en 1995. En mi memoria y en la de mis contemporáneos yace el recuerdo de la visita del célebre general De Gaulle, presidente de la república francesa, a Canadá y a la zona francófona lanzando el grito de: “Viva Quebec libre”. Mi simpatía por el general De Gaulle no evitaba la opinión de mi europeísmo juvenil por el virus que no percibía, el gran estadista, que podía entrar en su propia casa. Es emocionante la actitud del primer ministro canadiense Jean Chrètien cuando preguntaba a los electores, compatriotas suyos, “¿Habéis encontrado una buena razón para destruir Canadá?”. El primer ministro apelaba a la razón y al sentimiento de sus compatriotas.

De aquellos polvos vienen estos lodos de hoy. El referéndum de hoy no se hace por un golpe de fuerza callejera sino con un pacto entre el representante escocés Salmond y el primer ministro británico David Cameron, con una cláusula de que en caso de ganar el “Sí” a la independencia no se aplicaría de manera inmediata sino que habría un proceso lento de nueva carta magna y posteriores elecciones en mayo de 2016. Los defensores del “Sí” independentista afirman que todo irá mejor económicamente (con su reserva de petróleo en el Mar del Norte), el paraguas de la corona británica, su moneda libra esterlina, su posibilidad de miembros de la UE y OTAN y que además es la última oportunidad para una Escocia independiente. Para los más realistas hay algo de “cuento de la lechera”.

El mensaje del “No” a la independencia es defendido por conservadores y laboristas (Gordon Brown, ex primer ministro, en particular). Personalmente, yo tenía la sensación de que esta actitud con Escocia era producto de flema británica pero una vez hecho el pacto de “caballeros”, el realismo se impone y se afirma que la independencia de Escocia además de reavivar los separatismos de Europa sería un desastre y una dolorosa pesadilla para el pueblo inglés. Y por tanto, se hacen los últimos esfuerzos para el convencimiento del electorado para quebrar el fideísmo al “Sí” entre los 4.000.000 de electores. Cameron ofrece más techo autonómico, más poder a Edimburgo, control de política monetaria y un libro blanco para la satisfacción de Escocia, advirtiendo también las causas que llevarían al empobrecimiento, al aislamiento y a la desilusión de una parte importante del Reino Unido.


Los sondeos preconizan un ligero aumento del “No” a la independencia. En estos momentos están terminando de votar escoceses, norirlandeses, galeses, ingleses, votantes residentes en Escocia, miembros de la Unión Europea, desde mayores de 16 años, censados y quedan excluidos de votar 500.000 escoceses que viven en el resto de Reino Unido. El resultado será la mitad más uno de los votos. ¡God save the Queen!