Las noticias de los medios de información este verano, muchas
preocupantes, no han logrado arrastrarnos lejos de nuestras propias preocupaciones
familiares y cotidianas. Pero empezado el curso político los problemas de
ámbito local o global vuelven a suscitar nuestras emociones: para España el
problema catalán con esa actitud cerril de Mas, sus aliados y un gran sector de
la población catalana, inclinados a romper la baraja de la convivencia nacional
de España con una Cataluña secesionista. Para colmo el ex-presidente de la
Generalitat, Jordi Pujol, ha confesado públicamente su falta de honorabilidad
como ex-dirigente que fue de la Generalitat y del Estado Español, vinculado a su
clan familiar y a problemas fraudulentos con Hacienda. Hoy prima, 18 de septiembre,
el referéndum de Escocia, “Sí” o “No” a su independencia del Reino Unido, hecho
que puede reavivar el separatismo en otras zonas de Europa.
Cómo y por qué sucede esto tan malévolamente cuando Europa no
está por su mejor momento y el sistema liberal junto al europeísmo parecen
estar en crisis. El "derecho a decidir” parece romper la baraja que la historia
ha construido después de la hecatombe de guerras mundiales. La secesión va a
contra pelo de la historia; todo tiene su explicación e incluso para el hecho
del suicidio. En otra ocasión hablaremos del problema de la España de hoy y
reflexionaremos sobre la crisis que está sufriendo la Segunda Restauración Monárquica
española en el s. XX.
Nuestro problema nacional hoy, principalmente, es Cataluña,
que tras el franquismo participó en la Constitución de 1978 por la que nos
regimos hoy día. Es evidente que el caso de Escocia no es el de Cataluña;
Escocia durante mil años tuvo una personalidad histórica definida y en la edad
moderna, con el rey Jacobo Estuardo, Escocia e Inglaterra fue un reino unido. Venido
a menos, Escocia en el s.XVIII, 1707, se vincula a Reino Unido con Inglaterra,
Gales e Irlanda del Norte, con la bandera actual que estuvo presidiendo
inmensos territorios del mayor imperio de la tierra. Las guerras debilitan los
estados y los imperios metidos en guerras se debilitan y en muchos casos
desaparecen.
En el s. XIX hay ya un sentimiento escocés victimista y el en
s. XX, en 1979, con la Unión Europea bien avanzada solicitan tener un
parlamento propio, pero el “Sí” electoral no tuvo mayoría de votos y veinte
años después, en nueva consulta, el “Sí” es favorable, con lo cual el gobierno
autónomo forma parte del Reino Unido. No satisfechos los nacionalistas
escoceses en estos meses de 2011 obtienen una victoria electoral y solicitan
mejorar su estatuto dentro del Reino Unido, no entendiéndose con el primer
ministro David Cameron. Desde esta fecha a 2014 la batalla está en las manos de
a poco más de 4.000.000 y pico de
electores.
No me resisto a recordar, a finales del s.XX, el ejemplo del
Quebec francófono de Canadá que había
solicitado la independencia del Canadá Inglés en 1980 sin éxito y que vuelve a
insistir en 1995. En mi memoria y en la de mis contemporáneos yace el recuerdo
de la visita del célebre general De Gaulle, presidente de la república francesa,
a Canadá y a la zona francófona lanzando el grito de: “Viva Quebec libre”. Mi
simpatía por el general De Gaulle no evitaba la opinión de mi europeísmo
juvenil por el virus que no percibía, el gran estadista, que podía entrar en su
propia casa. Es emocionante la actitud del primer ministro canadiense Jean Chrètien
cuando preguntaba a los electores, compatriotas suyos, “¿Habéis encontrado una
buena razón para destruir Canadá?”. El primer ministro apelaba a la razón y al
sentimiento de sus compatriotas.
De aquellos polvos vienen estos lodos de hoy. El referéndum
de hoy no se hace por un golpe de fuerza callejera sino con un pacto entre el
representante escocés Salmond y el primer ministro británico David Cameron, con
una cláusula de que en caso de ganar el “Sí” a la independencia no se aplicaría
de manera inmediata sino que habría un proceso lento de nueva carta magna y
posteriores elecciones en mayo de 2016. Los defensores del “Sí” independentista
afirman que todo irá mejor económicamente (con su reserva de petróleo en el Mar
del Norte), el paraguas de la corona británica, su moneda libra esterlina, su
posibilidad de miembros de la UE y OTAN y que además es la última oportunidad
para una Escocia independiente. Para los más realistas hay algo de “cuento de
la lechera”.
El mensaje del “No” a la independencia es defendido por
conservadores y laboristas (Gordon Brown, ex primer ministro, en particular).
Personalmente, yo tenía la sensación de que esta actitud con Escocia era
producto de flema británica pero una vez hecho el pacto de “caballeros”, el
realismo se impone y se afirma que la independencia de Escocia además de
reavivar los separatismos de Europa sería un desastre y una dolorosa pesadilla
para el pueblo inglés. Y por tanto, se hacen los últimos esfuerzos para el
convencimiento del electorado para quebrar el fideísmo al “Sí” entre los
4.000.000 de electores. Cameron ofrece más techo autonómico, más poder a
Edimburgo, control de política monetaria y un libro blanco para la satisfacción
de Escocia, advirtiendo también las causas que llevarían al empobrecimiento, al
aislamiento y a la desilusión de una parte importante del Reino Unido.
Los sondeos preconizan un ligero aumento del “No” a la independencia.
En estos momentos están terminando de votar escoceses, norirlandeses, galeses,
ingleses, votantes residentes en Escocia, miembros de la Unión Europea, desde
mayores de 16 años, censados y quedan excluidos de votar 500.000 escoceses que
viven en el resto de Reino Unido. El resultado será la mitad más uno de los
votos. ¡God save the Queen!