viernes, 31 de octubre de 2014

EL ÉBOLA, VIRUS LETAL DE NUESTRO TIEMPO

  El público  europeo  y occidental, en  su gran mayoría,  así como el de otros  continentes desconocían   la cruel enfermedad   provocada  por el  letal  virus africano llamado Ebola. Tras su  incubación,  en una veintena de días,  los cuerpos  afectados por el contagio del virus son diezmados  y destruidos  en  casi una semana,  no habiendo  en  estos momentos  fármaco  exprés  y definitivo para combatirlo. Estamos  prácticamente a merced de la contingencia.  Esta enfermedad viral aguda, con fiebre hemorrágica,  había sido detectada en zona   próxima al rio Ebola, en el Zaire (actual  República  Democrática del Congo) por  el Dr. David Finker, en 1976. Inicialmente podía confundirse  con síntomas como  el dengue o la malaria, enfermedades tropicales, hoy  medicinalmente  controladas.  Una  brigada médica cubana afirmaba que nunca se ha enfrentado la Sanidad  a una situación tan compleja  como provoca esta mortífera  enfermedad.

El  virus Ebola,  de serotipos diversos, se transmite  a través del contacto con la sangre, la  piel, o secreciones  -  fluidos corporales del  cuerpo infectado -   de personas o animales como  simios, murciélagos etc. El brote se fue  extendiendo por  Sudán (1979), Uganda (2007), Guinea –Conakry, Liberia,  Sierra Leona, Nigeria… a lo largo del  primer decenio  del siglo XXI.  Este último país  parece  haberle  hecho frente  con mejor suerte.

El mundo desarrollado  estaba  en sus cuitas permanentes, sin caer en la cuenta  que en estas relaciones múltiples de globalización generalizada  el  mal ajeno  africano  se podía convertir  en  su propio problema, a corto o largo plazo.  En  efecto en este otoño  de 2014 el problema del Ebola se ha agravado y  se puede agravar en el futuro  extensivamente si no  actúa  a tiempo  todo el sistema sanitario mundial. Pensemos en  la  capacidad destructiva  del virus y los de otras pandemias, en territorios  sub-desarrollados y superpoblados del  planeta.
    
En 2012, Africa occidental estaba  fuera de control llegando  el  virus hasta  Mali. En agosto de 2014 España  se lamentaba   por  la triste noticia acerca de  un  sanitario,  misionero español  de la orden de San Juan de Dios,  Miguel Pajares,  que  yacía contagiado por el virus de Ebola.  En España nos invadió una angustia crítica y  de pánico, con muestra de solidaridad humana y nacional: El Estado español decidió repatriar e intentar  salvar a su ciudadano enfermo.  El Ebola africano  llegó  a Europa por primera vez,  según  se ha dicho,  a través  de esta operación  española de salvamento,  que desgraciadamente  resultará   fallida por falta de antídoto  adecuado  y de situación límite del enfermo. Pero  otros casos ocurrirían  en Europa de forma más discreta  y en EE.UU. sin tanto nerviosismo,  pero  con más  sentido práctico. Caso por ejemplo  del paciente que llega a este  país en septiembre,  procedente de Liberia  con destino a Dallas (Texas) , ciudad del famoso magnicidio presidencial.

El día 8 de septiembre  justamente la Organización Mundial de la Salud decretaba la situación de emergencia de la política sanitaria internacional.  La OMS hablaba de 7.500 afectados y más de 3.600  fallecidos, la mayoría de Liberia.  A lo largo de septiembre y octubre, la Unión Europea y  la OMS  siguen   muy pendientes  de la presencia  del  virus africano  en la comunidad madrileña.  EE.UU lanza un mensaje tranquilizador en palabras de Obama dirigido a sus conciudadanos  y que resuena bien en los oídos españoles: “Tenemos que guiarnos por la ciencia, los hechos, no por el miedo…”

 Las compañías farmacéuticas se han comprometido a acelerar la producción de vacunas  anti- Ébolas. La cumbre de Bruselas prevé combatir la enfermedad de África  con mil millones de euros y  ha nombrado un comisario  de ayuda humanitaria y de gestión, Chist Stylianide, que viajará a la región africana a principios de Noviembre de 2014.

 El  Ébola produjo  en España gran inquietud  popular y cierto nerviosismo  en los medios políticos. El Parlamento, las cadenas  informativas,  las redes sociales, y el ministerio de Sanidad ofrecían  puntos coincidentes y controvertidos  del  peligro  viral de modo que en la controversia daba la sensación  que  otros graves problemas  del país parecían  aparcados. 


Tres dignas  y ejemplares  personas  estaban en la  mente de los ciudadanos españoles,   en contraposición  a  mezquinas  actitudes  que se producían en nuestro país  respecto a esta  situación y a otras también de gravedad. Miguel Pajares, español  residente  en Liberia,  enfermo de Ébola,  fue repatriado  e ingresado el 7 de agosto de 2014 en el hospital Carlos III.  Fue tratado con el suero Z-Mapp  a  falta de vacuna  adecuada  pero  fallece cinco días después  con el  pésame  generalizado  y la intranquilidad de los demás mortales.  Un mes después,  el 22 de septiembre, se produce otra repatriación, la del  también  español  y misionero  colega del anterior, Manuel García Viejo, con destino en Sierra Leona. Ingresa también  en el Hospital Carlos III, falleciendo   cuatro días después, el 22 de septiembre,  sin que  le llegue el suero esperanzador  o medicamentos sustitutivos. Una colaboradora  africana de la  misión  de San Juan de Dios, Patricia Melgar, superó  de milagro la  enfermedad quedando inmunizada. Lástima que  su plasma  sanguíneo  con  anticuerpos  no hubiese  llegado a tiempo para salvar a sus dos compañeros  españoles,  pero  sí  pudo beneficiarse  Teresa, la benemérita  auxiliar de clínica que  atendió  con esmero a Miguel y a Manuel  en el hospital Calos III,  contrayendo también la enfermedad del Ébola  que a punto ha estado  de costarle la vida.

Treinta profesionales médicos y sanitarios, al menos,  mantuvieron contacto  con  ambos pacientes, algunos de ellos expertos en enfermedades tropicales; posteriormente  tuvieron que estar en cuarentena. Las evacuaciones de los  religiosos sanitarios  Miguel y Manuel  “se realizaron sin pánico, con preparación adecuada y precauciones adicionales”, según  afirmaba Ignacio Peralba, coronel médico de la unidad de aero- evacuaciones,  en el  I Congreso Internacional de sanidad militar,  en el Parque de las Ciencias de Granada, octubre 2014.

Otra polémica  es la inicial y pacata actuación de la  ministra de Sanidad  y  del  consejero  de  Sanidad  de la Comunidad de Madrid  que produjo  rifirrafe en los medios  políticos y sociales,  por  mal enfoque  de la situación sobrevenida o  por una  verborrea incontenible  del  responsable  político  en plaza.

La tercera víctima de la enfermedad   del Ébola  contraída por primera vez en  España es  Teresa Romero  Ramos,  auxiliar de enfermería,  residente en Alcorcón, de origen gallego.  Ella  atendió singularmente   en  dicho hospital  a los dos  misioneros, antes mencionados,  afectados  por el virus africano. Hecho  que  se va a convertir  en  drama personal  y público:  Inicia  sus  vacaciones  tras el  trágico destino  de Manuel  y Miguel  sin imaginarse que  estaba infectada  por  el  Ebola,  se presenta  a  exámenes  oficiales  para obtener  plaza titular en su oficio. El 30 de septiembre  avisa  al hospital que tiene fiebre  y astenia pero  no  se le ingresa  al tener menos de 38, 6º de temperatura  como  prescribe  el  protocolo oficial  en  marcha pronto corregido. De ahí en adelante  Teresa  se acerca  al infierno  de la temida  enfermedad y el servicio sanitario de urgencia   de  Alcorcón confirma el contagio el día 6 de octubre  ingresando al día siguiente con  diagnóstico  positivo en la unidad de enfermedades infecciosas del hospital Carlos III. 

El  contagio de Teresa  fue motivo  de inútil  polémica pues como dijo  el sensato  Dr. Fernando Simón, miembro del posterior comité especial  para el Ebola presidido por la Vicepresidenta  del  Gobieno,  Saenz de Santamaría  “ no se sabe con certeza  cómo se produjo el contagio, sólo hay  especulación, ya que no hay prueba,   pues  no hay grabación de cámara televisiva.” La actitud de Teresa, su forma de actuar está  explicada en diferentes medios  periodísticos de  la Nación  entre los que destaco  a Paco Rego y Ana de Ortiz,  de  El Mundo 12 de octubre  por su  humanitario enfoque. 


  • Mantenemos  nuestro respeto  a su sufrimiento  y al de su esposo  Javier Limón y al  noble can sacrificado Excalibur  por obra de razones  explicables no siempre  convincentes. España  ha vivido día a día cómo  el organismo de Teresa  reaccionaba  con la  ayuda  del  magnífico cuadro médico – sanitario que  le atendía. Cómo la capacidad médica  y científica  se  imponía  a la verborrea  de debates  de dimes y diretes  yendo a lo esencial:  combatir el  virus y salvar  la vida de la auxiliar  afectada y de posible contagio  a otras personas, revisando el protocolo médico. Esta labor activa y contra  reloj ha abierto puertas a investigar  tratamientos  contra el Ebola, actualizar protocolos de acción y ponerse las pilas también los organismos nacionales e internacionales.

Lo más importante: Teresa está a salvo,  la queremos salva y sana,  libre del dantesco infierno, pendiente  de  “libertad” definitiva para incorporarse   a su vida familiar,  laboral  y social,  con  la aureola  del deber cumplido,  hasta exponer su vida.  Ha sido  trasladada a planta,  puede  abrazar a los suyos, madre, esposo  y  visitas de familiares  y amigos. En breve estará  ya de alta y  tras resolver asuntos pendientes ,   ¡ Pelillos al mar!  A esperar  con calma  el premio que ha de llegar … en   el  contenido de la botella  que viene  de mares tranquilos, empujada  por silbos amorosos de aires celestiales  de sus  enfermos y enfermeros  del  alma.

Digamos, finalmente,  que  si se revisan  actuaciones equivocadas  con respecto a ella la Justicia pondrá las cosas en su sitio y la  Política obrará en consecuencia  y la Opinión pública tomará nota. Pero  el Estado español  finalmente,  quiero creerlo , ha hecho frente al difícil envite del  Ebola asesino,  como  se  espera de un  Estado Social y de Derecho que debemos  cuidar y defender.

 Lo importante  es la lección de los modestos héroes  de la  historia, su lección de  entrega a los demás.  ¿Errores?  Serán  cotejados y  corregidos, y si no hay  delitos   digamos  con ánimo  de  indulgencia la frase de Calderón de la Barca. “El error lo menos  importa  si se acierta en lo principal “.