El público europeo y occidental,
en su gran mayoría, así como el de otros continentes
desconocían la cruel enfermedad provocada por
el letal virus africano llamado Ebola. Tras su incubación, en
una veintena de días, los cuerpos afectados por el
contagio del virus son diezmados y destruidos en casi
una semana, no habiendo en estos momentos fármaco exprés y
definitivo para combatirlo. Estamos prácticamente a merced de la
contingencia. Esta enfermedad viral aguda, con fiebre
hemorrágica, había sido detectada en zona próxima
al rio Ebola, en el Zaire (actual República Democrática
del Congo) por el Dr. David Finker, en 1976. Inicialmente podía
confundirse con síntomas como el dengue o la malaria,
enfermedades tropicales, hoy medicinalmente controladas. Una brigada
médica cubana afirmaba que nunca se ha enfrentado la Sanidad a una
situación tan compleja como provoca esta mortífera enfermedad.
El virus Ebola, de serotipos diversos, se
transmite a través del contacto con la sangre, la piel, o
secreciones - fluidos corporales del cuerpo infectado -
de personas o animales como simios, murciélagos etc. El brote
se fue extendiendo por Sudán (1979), Uganda (2007), Guinea
–Conakry, Liberia, Sierra Leona, Nigeria… a lo largo del primer
decenio del siglo XXI. Este último país parece
haberle hecho frente con mejor suerte.
El mundo desarrollado estaba en sus cuitas
permanentes, sin caer en la cuenta que en estas relaciones múltiples de
globalización generalizada el mal ajeno africano se
podía convertir en su propio problema, a corto o largo plazo.
En efecto en este otoño de 2014 el problema del Ebola se ha
agravado y se puede agravar en el futuro extensivamente si no
actúa a tiempo todo el sistema sanitario mundial. Pensemos en
la capacidad destructiva del virus y los de otras pandemias,
en territorios sub-desarrollados y superpoblados del planeta.
En 2012, Africa occidental estaba fuera de control
llegando el virus hasta Mali. En agosto de 2014 España
se lamentaba por la triste noticia acerca de un
sanitario, misionero español de la orden de San Juan de Dios,
Miguel Pajares, que yacía contagiado por el virus de
Ebola. En España nos invadió una angustia crítica y de pánico, con
muestra de solidaridad humana y nacional: El Estado español decidió repatriar e
intentar salvar a su ciudadano enfermo. El Ebola africano llegó
a Europa por primera vez, según se ha dicho, a través
de esta operación española de salvamento, que
desgraciadamente resultará fallida por falta de
antídoto adecuado y de situación límite del enfermo. Pero
otros casos ocurrirían en Europa de forma más discreta y en EE.UU.
sin tanto nerviosismo, pero con más sentido práctico. Caso
por ejemplo del paciente que llega a este país en septiembre,
procedente de Liberia con destino a Dallas (Texas) , ciudad del famoso
magnicidio presidencial.
El día 8 de septiembre justamente la Organización
Mundial de la Salud decretaba la situación de emergencia de la política
sanitaria internacional. La OMS hablaba de 7.500 afectados y más de
3.600 fallecidos, la mayoría de Liberia. A lo largo de septiembre y
octubre, la Unión Europea y la OMS siguen muy
pendientes de la presencia del virus africano en la
comunidad madrileña. EE.UU lanza un mensaje tranquilizador en palabras de
Obama dirigido a sus conciudadanos y que resuena bien en los oídos
españoles: “Tenemos que guiarnos por la ciencia, los hechos, no por el miedo…”
Las compañías farmacéuticas se han comprometido a
acelerar la producción de vacunas anti- Ébolas. La cumbre de Bruselas
prevé combatir la enfermedad de África con mil millones de euros y
ha nombrado un comisario de ayuda humanitaria y de gestión, Chist
Stylianide, que viajará a la región africana a principios de Noviembre de 2014.
El Ébola produjo en España gran
inquietud popular y cierto nerviosismo en los medios políticos. El
Parlamento, las cadenas informativas, las redes sociales, y el
ministerio de Sanidad ofrecían puntos coincidentes y controvertidos
del peligro viral de modo que en la controversia daba la sensación
que otros graves problemas del país parecían
aparcados.
Tres dignas y ejemplares personas estaban
en la mente de los ciudadanos españoles, en
contraposición a mezquinas actitudes que se producían
en nuestro país respecto a esta situación y a otras también de
gravedad. Miguel Pajares, español residente en Liberia,
enfermo de Ébola, fue repatriado e ingresado el 7 de agosto de 2014
en el hospital Carlos III. Fue tratado con el suero Z-Mapp a
falta de vacuna adecuada pero fallece cinco días
después con el pésame generalizado y la intranquilidad
de los demás mortales. Un mes después, el 22 de septiembre, se
produce otra repatriación, la del también español y misionero
colega del anterior, Manuel García Viejo, con destino en Sierra
Leona. Ingresa también en el Hospital Carlos III, falleciendo
cuatro días después, el 22 de septiembre, sin que le llegue el suero
esperanzador o medicamentos sustitutivos. Una colaboradora africana
de la misión de San Juan de Dios, Patricia Melgar, superó de
milagro la enfermedad quedando inmunizada. Lástima que su
plasma sanguíneo con anticuerpos no hubiese
llegado a tiempo para salvar a sus dos compañeros españoles,
pero sí pudo beneficiarse Teresa, la benemérita
auxiliar de clínica que atendió con esmero a Miguel y a
Manuel en el hospital Calos III, contrayendo también la enfermedad
del Ébola que a punto ha estado de costarle la vida.
Treinta profesionales médicos y sanitarios, al menos,
mantuvieron contacto con ambos pacientes, algunos de ellos
expertos en enfermedades tropicales; posteriormente tuvieron que estar en
cuarentena. Las evacuaciones de los religiosos sanitarios Miguel y
Manuel “se realizaron sin pánico, con preparación adecuada y precauciones
adicionales”, según afirmaba Ignacio Peralba, coronel médico de la unidad
de aero- evacuaciones, en el I Congreso Internacional de sanidad militar,
en el Parque de las Ciencias de Granada, octubre 2014.
Otra polémica es la inicial y pacata actuación de
la ministra de Sanidad y del consejero de
Sanidad de la Comunidad de Madrid que produjo rifirrafe en
los medios políticos y sociales, por mal enfoque de la
situación sobrevenida o por una verborrea incontenible
del responsable político en plaza.
La tercera víctima de la enfermedad del
Ébola contraída por primera vez en España es Teresa
Romero Ramos, auxiliar de enfermería, residente en Alcorcón,
de origen gallego. Ella atendió singularmente en
dicho hospital a los dos misioneros, antes mencionados,
afectados por el virus africano. Hecho que se va a
convertir en drama personal y público: Inicia
sus vacaciones tras el trágico destino de Manuel
y Miguel sin imaginarse que estaba infectada por
el Ebola, se presenta a exámenes oficiales
para obtener plaza titular en su oficio. El 30 de septiembre
avisa al hospital que tiene fiebre y astenia pero no se
le ingresa al tener menos de 38, 6º de temperatura como
prescribe el protocolo oficial en marcha pronto
corregido. De ahí en adelante Teresa se acerca al
infierno de la temida enfermedad y el servicio sanitario de
urgencia de Alcorcón confirma el contagio el día 6 de
octubre ingresando al día siguiente con diagnóstico positivo
en la unidad de enfermedades infecciosas del hospital Carlos III.
El contagio de Teresa fue motivo de inútil
polémica pues como dijo el sensato Dr. Fernando Simón,
miembro del posterior comité especial para el Ebola presidido por la
Vicepresidenta del Gobieno, Saenz de Santamaría “
no se sabe con certeza cómo se produjo el contagio, sólo hay
especulación, ya que no hay prueba, pues no hay grabación de
cámara televisiva.” La actitud de Teresa, su forma de actuar está
explicada en diferentes medios periodísticos de la Nación
entre los que destaco a Paco Rego y Ana de Ortiz, de El Mundo
12 de octubre por su humanitario enfoque.
- Mantenemos nuestro respeto a su sufrimiento y al de su esposo Javier Limón y al noble can sacrificado Excalibur por obra de razones explicables no siempre convincentes. España ha vivido día a día cómo el organismo de Teresa reaccionaba con la ayuda del magnífico cuadro médico – sanitario que le atendía. Cómo la capacidad médica y científica se imponía a la verborrea de debates de dimes y diretes yendo a lo esencial: combatir el virus y salvar la vida de la auxiliar afectada y de posible contagio a otras personas, revisando el protocolo médico. Esta labor activa y contra reloj ha abierto puertas a investigar tratamientos contra el Ebola, actualizar protocolos de acción y ponerse las pilas también los organismos nacionales e internacionales.
Lo más importante: Teresa está a salvo, la
queremos salva y sana, libre del dantesco infierno, pendiente
de “libertad” definitiva para incorporarse a su vida
familiar, laboral y social, con la aureola del
deber cumplido, hasta exponer su vida. Ha sido trasladada a
planta, puede abrazar a los suyos, madre, esposo y
visitas de familiares y amigos. En breve estará ya de alta
y tras resolver asuntos pendientes , ¡ Pelillos al mar!
A esperar con calma el premio que ha de llegar … en
el contenido de la botella que viene de mares
tranquilos, empujada por silbos amorosos de aires celestiales de
sus enfermos y enfermeros del alma.
Digamos, finalmente, que si se revisan
actuaciones equivocadas con respecto a ella la Justicia pondrá las cosas
en su sitio y la Política obrará en consecuencia y la Opinión
pública tomará nota. Pero el Estado español finalmente,
quiero creerlo , ha hecho frente al difícil envite del Ebola
asesino, como se espera de un Estado Social y de
Derecho que debemos cuidar y defender.
Lo importante es la lección de los modestos
héroes de la historia, su lección de entrega a los
demás. ¿Errores? Serán cotejados y corregidos, y si no
hay delitos digamos con ánimo de
indulgencia la frase de Calderón de la Barca. “El error lo menos
importa si se acierta en lo principal “.