Con el reinado de los
Reyes Católicos, siglo XVI, España es uno, sino el primero, de los pocos Estados
modernos de Europa. La unión matrimonial
y política de Fernando II de Aragón e Isabel
I de Castilla, con el logro
extraordinario y fecundo
del reinado en común , “tanto monta…monta tanto”, prepararon lo que sería
el futuro imperio español de los Austrias, cimentado en su nieto Carlos
I de España y V de Alemania, hijo de
Juana la Loca, heredera de Castilla y Aragón y Felipe el Hermoso, Duque de Borgoña, nieto
del emperador Maximiliano de Austria.
La serie cinematográfica
de Isabel en TVE, en este tiempo
, año 2013 - 2014, es una muestra de lo
importante que es difundir
la cultura histórica de un país
que tiende a olvidar sus
raíces biográficas.
Viudo de Isabel de
Castilla (+ 1504), Fernando ocupa la regencia del trono que corresponde a la
princesa Juana, hija de ambos, y al esposo consorte Felipe, que la reclama y se
la entrega en 1506. Un año después muere su complicado
yerno viéndose obligado a retomar la regencia, dada la situación mental de Juana, camino de la locura. Como rey de
Aragón restablece la paz en el campo
catalán y cuida el problema de los payeses de remensa, al par que promueve el
desarrollo de la economía castellana con consulados y gremios. En esos años de la segunda década del siglo, 1509 a 1511, tiene lugar la
conquista de Orán, por el cardenal Cisneros, la concesión papal a Aragón y
Castilla del Reino de Nápoles y la liga contra Francia, firmada por
Fernando el Católico, Enrique VIII de Inglaterra y el Papa Julio II.
Asentado en su dominio
paterno, Fernando está en su política de unión con Germana de Foix, reina de
Navarra, con la que tiene un hijo muerto prematuramente. Germana ya viuda de
Fernando (+1516), tras otros matrimonios con príncipes de estirpe francesa,
confirma la anexión de Navarra a Castilla efectuada por las Cortes en Burgos en
1515. A su muerte en 1536 había renunciado definitivamente a sus derechos en
favor del nieto de su esposo Fernando, el futuro Carlos V.
Cuando cristaliza la gran España con Carlos, educado en
Flandes, los castellanos se sienten humillados por la arrogancia y codicia del séquito flamenco que rodea al joven monarca
recién llegado al país, así como su forma de gobernar de espíritu ajeno al
ordenamiento castellano. Esto provocó una popular rebelión de las ciudades
castellanas contra el poder imperial conocida como “Guerra de las Comunidades” (1522-1523). Los
líderes comuneros Juan Bravo, Juan
Padilla y Francisco Maldonado, pagaron con sus vidas la lucha por sus fueros y la dignidad de su causa.
Carlos I rey, Carlos V emperador, monarca cristianísimo y absolutista
como todos en su época, no hablaba español pero se españolizó posteriormente de tal manera que consiguió ser el mejor rey
para España y su mejor embajador en Europa. Los castellanos, lanzados al
ancho mundo, perdonaron la contundencia de la primeriza y polémica
etapa imperial. En el siglo XXI, neo-liberal, sin afanes de autonomismo
independentista del resto de España, se homenajea oficialmente en la comunidad Castilla - León a aquellos muertos de justa causa que solicitaron morir el primero para no ver
cortada en el patíbulo “la mejor cabeza de Castilla”.
A finales de siglo, año 1581, los españoles catalanes y aragoneses con motivo
de la traición del influyente secretario de Felipe II, Antonio Pérez del
Hierro, envuelto en el asesinato de Escobedo, secretario de Juan de Austria, sufrieron
una humillación en la persona de Juan de Lanuza, Justicia Mayor de
Aragón, detenido y ejecutado por el
poder central al dar hospitalidad y permitir la huida al traidor personaje, caído en desgracia, alimentador
posterior de la leyenda negra sobre España y su rey.
Superando recelos y agravios la Cristiandad, españoles en particular, tomaban
conciencia del peligro turco, dada la expansión otomana por el Mediterráneo. El
7 de octubre de 1571 con la bendición papal y apoyo material del Estado pontificio,
naves aragonesas- catalanas, castellanas, genovesas y venecianas al mando de Juan de Austria, hijo ilegítimo
del césar Carlos, hermanastro de Felipe II, crearon la Liga Santa. Juntos derrotaron al amenazante poderío islámico de
Selim II en el golfo de Lepanto, en la famosa batalla naval: “la más alta
ocasión que vieron los siglos…”, según palabras del famoso testigo, herido y
manco del brazo izquierdo, Miguel de Cervantes, el futuro autor del Quijote.
En el siglo XVII, con Felipe IV, reinado glorioso para las Artes y
la Cultura española, el monarca entregado al valido y camarilla tuvo problemas de gobierno. Cataluña estaba en
trance de rebeldía. En aquel tiempo
la visitaba un tal Juan de Austria, infante real, hijo extra-matrimonial de
Felipe IV y una artista teatral (que no pasó a la historia con la grandeza del anterior Juan de Austria, del siglo XVI, el
caudillo de Lepanto). Parece ser que
hubo ambiciones ocultas en las revueltas napolitanas del siglo XVII, año 1647.
España vive una época triste de honda decadencia, la derrota
de los tercios españoles en Rocroi, la paz de Westfalia (1648), que ponía fin a
la guerra religiosa de los Treinta años como decorado, esto es un tablero internacional nuevo, derrota de
los Hasburgos, independencia de las Provincias Unidas (Países Bajos, libres de
España), Roma deja de ser árbitro de la cristiandad dividida: católicos,
luteranos, calvinistas y España dejaba de ser el gran imperio europeo de los
dos primeros Austrias cogiendo el relevo como primera potencia la Francia de
Richelieu y Mazarino.
El personaje, hijo extramatrimonial de Felipe IV, realmente se
llamaba Juan José de Austria. Historiadores de nuestra época, como Bartolomé Bennasar
y otros, le consideran un personaje
atractivo, conflictivo y contradictorio. Un amago de traición suya a la Corona
de su progenitor parece que no
quedó demostrado. Pasó a la Historia sin
mayor gloria.
Finalmente llega otra catástrofe íntima y real: El último del linaje de los
Austrias, Carlos II llamado el Hechizado (1661-1700), desgraciado rey, producto
de endogamia familiar, “que muestra signo de degeneración y asusta de feo” –
según escribe el embajador francés a su
rey Luis XIV: El rey, sexualmente impotente, muere sin dejar sucesión a la Corona y a su imperio. Invocan derechos sucesorios por razones familiares Felipe
d´Anjou, nieto de Luis XIV, de Francia,
y el opositor pretendiente el Archiduque de Austria. El pleito dinástico dará
lugar a la llamada Guerra de Sucesión a la corona española de la que hablaremos
en próxima entrada.