jueves, 5 de diciembre de 2013

"SAINT-EX"

Sin duda,  lector amigo, has leído u oído hablar de “El  Principito”. Sabes que  “Saint- Ex” alude  a su famoso escritor  Antoine de  Saint-Exupéry.  Así  le llamaban sus colegas y amigos, por brevedad, dado el plural nombre de pila  con que le bautizaron  sus ilustres padres: Antoine Marie Jean Baptiste Roger de Saint – Exupéry.  El autor de “El Principito  es de actualidad permanente dentro de la literatura universal.

En junio de 2013 se celebraban los 113 años de su nacimiento y  este año nos prestamos a celebrar el setenta aniversario de  la publicación  de su obra “Le Petit Prince”, escrita en el pacífico exilio de Nueva York,  publicado en 1943,  y en 1946  en la Francia libre, finalizada la guerra mundial. Entremedias moría Saint- Exupéry, en 1944, en un último servicio a su patria, como piloto aéreo.

 Traducido hoy a más de cien idiomas y con millones de ejemplares, este pequeño gran cuento es deleite de niños, y admiración de adultos que no escapan al reproche del Principito por su falta de imaginación y de comprensión: “Les grandes personnes ne comprennent jamais”. Salvo, que fuéramos capaces de intuir con “inteligencia emocional”  la profundidad de lo invisible.



Sus amigos de juventud,  con gran afecto, le llamaban “Tonio”, y le tenían por valeroso, inteligente, de gran fantasía, encantador y profundo, con una pizca de espíritu de aventura. Iba destinado a ser marino y terminó en poético y diestro aviador. Era  un hombre de paz y afecto a la vida familiar, pero apenas gozó de ello. En sus aventuras aéreas como piloto comercial de  famosa compañía aéreo-postal,  vuela atravesando  el desierto africano, Sahara español, Senegal, Argentina, etc. Escribe sus experiencias de piloto, sus graves accidentes y sensaciones vitales con gran éxito periodístico y literario. Sus raíces sociales no le impiden ser un ciudadano normal, un trabajador arriesgado en su lucha por la vida, realizando su oficio con total entrega y responsabilidad.  El porta un espíritu pleno de valores, que vierte con destellos épicos en sus novedosas novelas, como “Correo del Sur”, “Vuelo nocturno”, “Tierra de hombres”, “Ciudadela”…

En efecto, el gran pionero francés de la aviación, como temática novedosa  de la Literatura, expone los riesgos y peligros entre las nubes y espacios siderales, escenas reales narradas en cuadros dramáticos y heroicos. Como representante del humanismo considera que “la grandeza de un oficio es, ante todo, unir a los hombres y preocuparse por ellos.”  Sus personajes -Fabien, Rivière, Mermoz, etc.- son puestos de relieve  exaltándose  el  sentido del compañerismo, el del deber profesional y humano, la responsabilidad del jefe,  el sacrificio compartido hacia la esposa y familia  que sufre la ausencia o desaparición  del  ser querido, desaparecido en vuelo nocturno, o  en combate en día soleado, a veces ignorado por el colectivo al que sirve.

Regresa del exitoso  exilio norteamericano, y voluntariamente como piloto de guerra a sus 44 años, se juega la vida  defendiendo a su patria contra la barbarie nazi que había invadido su país, en la II Guerra Mundial. Y ahí parecía acabar la historia de un presentimiento anunciado ya en “Piloto de Guerra”, meditando frente a la pantalla de los mandos del avión el sentido de la vida y el destino de la especie humana.

Saint- Exupéry  lo va a vivir en sus propias  carnes. Lleno de gloria literaria a sus 44 años, magullado su cuerpo por los accidentes, dolido por el recelo del Jefe de la Resistencia de su país, De Gaulle, se presta desde Córcega a realizar un vuelo de reconocimiento sobre las filas enemigas alemanas. Nunca regresó a su base, fue  su último vuelo. Esa noticia se extendió por todo el mundo, pero Francia ocupada todavía por los alemanes y la proverbial y metódica duda cartesiana  dejó pasar el tiempo en las averiguaciones.

 Y ahí surgirá la leyenda que nos embarga. Los alumnos españoles de la etapa 1960 - 80 no sabían  más detalles de la tragedia  del heroico “Saint- Ex”, porque tampoco lo sabían sus profesores  españoles,  ni siquiera los propios franceses. Destinado yo en Marruecos como profesor, en 1998, supe por la prensa francófona marroquí que  un pescador, al sur de Marsella, había encontrado en sus redes un brazalete con el nombre de Saint-Exupéry  y Consuelo, su esposa salvadoreña, y el nombre del editor neoyorkino de “El Principito”. Se produjo en el mundo cultivado gran expectación.

Dos años  después, un arqueólogo submarinista encontró, en el lugar que citaba aquel pescador, los restos del chasis del avión LOCKHEED P38 que pilotaba el famoso lyonés. Finalmente, se recuperaron  los restos del avión que hoy se guarda en el Museo del Aire de le Bourget de Paris.  En 2008, con cierto morbo por un lado y glamour por otro,  dos aviadores alemanes de la LUFWAFE dicen ser los que habían derribado el avión del piloto francés en aquel día del 31 de Junio de 1944. Sin embargo, según el sobrino nieto de Saint-Exupéry, Olivier d´Agay, la autoría se debe al aviador alemán, Horst Ripper, nonagenario fallecido recientemente.