jueves, 28 de agosto de 2014

EL JUAN SEBASTIÁN ELCANO

De mis impresiones  infantiles  de postguerra  española  extraigo el recuerdo  edulcorado  de la aventura  paterna que voy a contar,  de su oficio de marino voluntario de la Armada,  en una navegación excepcional. El recuerdo sobre mi padre en esa coyuntura está  anclado al  de  su navío llamado Juan Sebastián Elcano. Era un  atardecer de verano de mil novecientos cuarenta y tantos, creo que fue en 1942, en el muelle de Cádiz, repleto de familiares que  despedían a sus marinos, padres o hijos,  con emoción  y angustia al producirse el desamarre y perderse el barco en el horizonte, en ruta  hacia  la América hispana, tan vinculada a nuestra historia y a nuestra sangre.  Un  viaje que  provocó el  primer dolor de adiós en mi infancia y el posterior orgullo de adolescente al saber que mi  padre fue seleccionado como cabo de maniobras del  prestigioso buque-escuela  Elcano, construido para navegación de prácticas de  caballeros guardia-marinas, futuros oficiales de la Armada española. Idea ésta que ya venía de nuestro siglo XVIII, del ministro de Marina, Patiño,  del rey Felipe V, introductor de la Casa de Borbón, con la Real  Compañía de Guardias Marinas” de Cádiz, 1717.


Doscientos años después, el buque-escuela Elcano, que en principio iba a ser denominado “Minerva”, fue construido en los astilleros de Bilbao en 1925 y botado el 5 de marzo de 1927, en la Dictadura de Primo de Rivera, reinando Alfonso XIII.  Un bergantín- goleta que con  su velamen desplegado, poéticamente se hubiera dicho que era  bello como un cisne , grandioso  como  un albatros a ras de las olas llevando a la diosa Minerva como mascarón  de proa, precedida de cuatro mástiles   con su velamen respectivo, mástiles que portan nombres de ilustres buques predecesores. Diseñado por la compañía Echevarrieta y Larringa de Cádiz colaboraron  en su construcción  figuras diversas del país y colaboradores ingleses. Hoy  está modernizado  con todos  los adelantos  técnicos  apropiados  pero  manteniendo  su  propia capacidad de velero bergantín.

Dicha esta facilitada introducción  me dejo llevar por mi  simpatía y recuerdo infantil  del “buque de mi padre”,  el Juan Sebastián Elcano, el  más  llamativo de nuestra Armada y uno de los más veteranos buques - escuelas de Marina del mundo, al que yo pisé su  “cubierta”  y bajé al  “ sollado”, un día  entre muchas ocasiones en  la  Carraca de San Fernando…

“ Oh!, - escribía yo en mis Relatos - aquel viaje  de papá, de mis  gozosos años infantiles, viéndole  subido al trinquete, saludándonos y alejándose con su buque, la marinería y oficiales firmes en la  cubierta, perdiéndose en el horizonte, rielando sobre el mar el sol en su ocaso, ¿O eran las lágrimas de mamá y las nuestras las que nos impedían ver el diminuto casco…? Al cabo de meses volvía nuestro padre como un rey mago trayéndonos vituallas nunca vistas ni probadas, productos que descubríamos por primera vez, en aquel patio familiar de San Fernando, de la España famélica de posguerra: carne de la Pampa, queso de bola, bebida de mate, piñas tropicales del Caribe …”

Quiero pensar que los españoles que han pasado por la ESO y el BUP conocen la expedición española  del  navegante  portugués  Fernando de Magallanes al servicio de España que  Inauguró la ruta al Pacífico desde la península ibérica, en busca de las especias,  bordeando América del Sur, encontrándose con el famoso estrecho que llevó su nombre. Su principal colaborador fue Juan Sebastián Elcano, un vasco  de Guetaria, militar y experto navegante al servicio de Carlos V, tras la muerte del  insigne portugués, en lance con indígenas de la isla de Cebú, finalizó la empresa dando la vuelta al mundo con la nao la Victoria, con varias docenas de supervivientes, recibiendo como trofeo el globo terráqueo  con la latina inscripción “ primus circumdidiste me”: “ el  primero que me rodeaste”.


En 1933, etapa republicana, siendo comandante del buque Salvador  Moreno Fernández se puso en la mampara de la toldilla la frase con el globo terráqueo otorgado con honores por Carlos V, rey de España y emperador de Alemania.

En este agosto de 2014, aniversario de la aventura americana del  Descubrimiento y  de la posterior  circumnavegación de Magallanes  y Elcano, habiendo realizado el buque-escuela  su 85º crucero de instrucción práctica de  los guardias marinas de la Escuela naval de Marín,  nos trae  la noticia de la prensa  de un escándalo   que afecta al prestigio de buque  y  que dice así “Una red captó a tres marineros de Elcano, dos españoles y un ecuatoriano,  para introducir 147 kilos de cocaína en EE.UU. y España”. Todo  lo aclarará la Justicia, con la Armada y la Guardia civil,  pero queda  para nosotros  lo esencial : la gloria  no mancillada de Elcano y  del  buque-escuela  que ha servido  gloriosamente  a  España más de ochenta años,  en el que  han navegado  como  guardias marinas - corriendo sus  riesgos -   dos  futuros  reyes, padre e hijo:  Juan Carlos I  y Felipe VI, entre  tantos  españoles  profesionales  de la Marina española.

Ahora, año 2014,  el veterano navío,  limpio por dentro y por fuera,  goza  de buena salud, modernizado   con técnica naval actual,  y con  su prestigio  surcará  los mares como antes , sin mancha,  con sus  caballeros  guardiamarinas,  llevando también como antes a  la América hispana, y al mundo entero  el cordial saludo de España y de Europa. Para mí está claro: La categoría y la esencia  se imponen sobre una  singular  anécdota  de  mancha  producida  por la codicia y plebeyez  que  segregan las sociedades humanas. 


martes, 5 de agosto de 2014

CASTILLA Y CATALUÑA: BISAGRAS DE ESPAÑA

En  mis adolescentes años 50 del siglo  XX,  en  el contexto escolar y  ambiente público   descubría la noción de España, o de cierta España, al par que iba conociendo paso a paso sus entrañas: Andalucía, Galicia, Castilla, Cataluña,  País Vasco y  con  sus habitantes amé a otros hermanos  de singular historia: asturianos, cántabros, riojanos, extremeños,  valencianos, aragoneses, isleños y periféricos. Y también nos enseñaron el substratum de todos los pueblos que por el sur o por el este nos visitaron y dejaron su impronta en la piel de toro que configura la península ibérica.



Pero  si bien individualmente las partes componentes tienen su propia personalidad histórica, pasado el medievo  surge Castilla, de norte a sur,  como núcleo catalizador, tras la invasión árabe de 714 d.C. Esa Castilla que en el devenir del tiempo se funde o confunde con el  término España, quizá con más relieve tras el descubrimiento de América, que por cierto  y quizá por desgracia para España –según J. Elliot, historiador e hispanista inglés -  Aragón y Cataluña estuvieron más marginados.


Por la parte del  Este, el  reino de Aragón  con el Condado, vieja marca hispánica en tierras hoy francesas, y `por  su  avance en el Mediterráneo  fue el  crisol de la futura Cataluña,  que ya muestra su celosa defensa del propio  acerbo  lingüístico y cultural, tal  vez descuidado por el Antiguo Régimen  absolutista en beneficio del castellano como lengua “koiné” – nacional –  del imperio “donde no se ponía el sol”.


A mi me llamó mucho la atención en aquella época juvenil de gobierno franquista de matiz nacionalista y autoritario  en el que me definían a España como ”una unidad de destino en lo universal”,  “como una suprema realidad”,  que los catalanes  no  achacaran  sus  presuntas cuitas, pretéritas o actuales  a Castilla sino a todo el conjunto, es decir a  España. Cataluña era, pues,  una cosa y España otra. ¿Cuándo se produjo esa falla orogénica en la historia política de las Españas? Es verdad que con Felipe II, el reino de Aragón, tuvo un grave percance, y con Felipe IV  un conato de independencia, y con  Felipe V, de Borbón, la guerra de Sucesión, y  con el siglo XIX y XX no pocos sobresaltos, pese a haber habido catalanes gobernando en la cima del Estado central.

Qué poco  han cuidado también los otros españoles - “castellanos” -  políticos y demás,  la frase   “Cataluña como el resto de España…” diciendo en su lugar  “Cataluña y España” dicho  por economía de lenguaje,  pereza mental o intencionalidad política divisoria.


Los “españoles castellanos” no hemos leído cierta  “Historia de Cataluña”, escrita por “catalanes “ reivindicativos,  sin  confrontar sus afirmaciones , de forma que se ha creado un imaginario  colectivo  que ha llevado a un sector importante del pueblo de Maravall, Maciá,  Dalí y de Pujol, a una Cataluña victimista y  abiertamente secesionista con ribetes  de traición de lesa patria común  mientras el resto de España seguía absorto, incrédulo y dolorido.

No hay un español bien conformado que no admira las buenas cualidades  del pueblo catalán,   pese  a que  a cualquier  enajenado se le escape algún exabrupto, como ocurrió  en el Parlamento republicano de 1931- 36, cuando  una meninge acalorada gritó “¡ Muera Cataluña!”, que hizo reaccionar a un diputado llamado  José Antonio Primo  de Rivera, de noble estilo, respondiendo con energía que  esa era “una frase impropia de un buen español y quien lo mantuviera merecería  el castigo de la cólera divina”.

Siempre,  en mis  perdonables años de nacionalismo  juvenil español y máxime hoy en mi ancianidad europeísta,  desde los años 60, he mantenido con Cataluña y los catalanes un gran sentido de fraternidad. Todo empezó con mi bautismo jordánico del Congreso  Eucarístico de Barcelona de los años  50. Después con mis contactos campamentales  con  jóvenes de toda España, incluidos los de Llobregat, con mis reclutas en el Ejército, con  los emigrantes catalanes por Europa y con los profesores de la Cataluña universitaria extendidos por el Estado español me he sentido confirmado como un español universal.  La primera vez me dio envidia que hablaran su catalán en mi presencia, pero comprendí que no lo hacían por molestarme. Así que lo inteligente era aprenderlo o al menos respetarlo con el espíritu de Antonio Machado que recuerda a “la gran Castilla de antaño, generosa, fecunda en capitanes y no la Castilla envuelta en sus andrajos que desprecia cuanto ignora”.